Aprovechando la llegada del otoño, rescato un poema de muy joven juventú sobre el tema.
Caigan o no, las hojas al contacto duelen,
Espinosas o lisas o petrificadas,
Caigan o no, sus ángulos mi piel perforan,
Devolviéndome una brisa infernal,
Que desvela el desmerecido olvido
De unas imágenes soterradas.
Si es bueno o malo, yo no lo sé,
Solo sé que en este remolino
De vivos colores y sombras extrañas,
Mi corazón parece volar en otra parte,
Y sentir otros segundos que ya,
Hoy, ya no son nada míos.
Las oigo chillar bajo mis pies,
Gemir como gatas en celo,
Las hojas de antaño que hoy piso,
Resuenan como antiguos cánticos
Y mi alma rejuvenece de pronto,
A la par que de pronto entristece,
Y de pronto se duele, y se encumbra,
Y de pronto todo ha pasado ya,
En la ironía majestuosa de un segundo,
Porque todo pasa funestamente
Y yo sin saber a donde voy
Sigo hacia delante sin mirar
Mientras durante el otoño,
Parece que todo por un segundo,
A revolotear por mi mente vuelve.
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