estás tumbado en el césped y tienes dieciséis años
te revuelcas en sus interminables ondulaciones risueño
creyendo que la única frontera es el cielo
brindas por un futuro multicolor
en donde se te posarán los laureles sobre tu frente
alas de libélulas cristalinas
zumbando y sorbiendo al vuelo
el dulce néctar de las flores soñolientas.
estás tumbado en el césped y tienes veintiún años
a cabezazos abres un portal en el tiempo
emborrachando tus neuronas en indescriptibles
danzas químicas que te hacen retroceder al ayer
te peleas con gigantes abominables
por sorber un minuto más de luz
golpeándote por los bares
arañando versos furiosos
perdiendo dientes sobre el ring.
estás de pie sobre el césped y tienes veintiséis años
y has colgado tu chupa de cuero
se te aparecen rostros desconocidos
en tu lento deambular por la fría calle
“eh, ¿donde están tus melenas y tus piercings?”
te ríes
mientras
oyes el eco que cruje con estruendo dentro tuyo
el temblor acerado del silencio
te miras las manos
cuentas calorías
piensas que puedes tomar
sin cafeína
dices
“creo que necesito
encontrar quien soy
prescindiendo del pasado”
“perdona cariño,
que decías”
y tu dices
“creo que necesito...”
pero lo que querías decir
en si
se ha esfumado
necesitas la sangre volátil
que metiste en aquella botella
de la que no pudiste salir.
ahora solo oyes ecos
en tu casa de cristal vacía
palabras que rebotan y rebotan
sobre su superficie sin ser oídas.
aspiras un bocanada de aire etéreo
deseando
elevarte como una banal palabra más
hacia el techo
quemarte con la bombilla
y ser una breve luz
de un segundo corto pero intenso.